Aprendiendo a vivir
- Jennifer Gómez
- 10 nov 2016
- 6 Min. de lectura

En esta ocasión te quiero compartir lo que me ha sucedido en estas últimas semanas, ya que me ha servido para conocerme mejor y continuar mi desarrollo personal.
He estado trabajando muy de cerca conmigo misma, preguntándome qué me gusta, qué deseo, quién soy, quién no soy, etc., estoy dándome chance de ser yo misma sin las etiquetas que yo solita me he puesto a lo largo de mi vida… por ejemplo, me encanta cuando la gente me platica de sus viajes, sus paseos, todo lo que ha conocido, sin embargo me doy cuenta de que, pese a que sí me gustaría vivir esas experiencias y que en algún momento de mi vida me dije a mí misma ¨deseo viajar y conocer el mundo entero¨, yo soy una apasionada de mi casa, estar con mis perros, mi gato y mi esposo, sentirme en mi espacio y no estarme preocupando por hacer maletas o tomar aviones. Sin embargo, también soy una persona que se adapta a las circunstancias y evita sufrir las decisiones que toma, menciono esto porque justamente estos últimos meses me la he pasado fuera de casa, por un motivo u otro he andado entre camiones, terminales, carreteras, aviones y maletas.
En estos momentos me encuentro en EEUU cuidando a mis sobrinas, mi hermana (su mamá) ha salido de viaje; no estaba planeado que yo me vinera a cuidarlas (yo vivo en Querétaro, México), sin embargo se presentó la necesidad y aquí estoy, dejando mi casa, la comodidad de mi hogar y mis miedos.
¿Por qué digo miedos?, aaaah bueno, hasta hace unos años yo juraba que jamás en mi vida manejaría, tengo un problema en mi ojo derecho y sólo distingo colores y no en su máximo esplendor, no, no… distinguir las figuras y distancias es trabajo de mi ojo izquierdo. Pero en el momento en que me fui a Querétaro me vi en la necesidad de tomar el auto, aprender a manejar, soltar mi miedos y quitarme la etiqueta de ¨yo nunca podré hacerlo¨. Luego aprendí a manejar en carretera, yéndome de Querétaro a Toluca para ver a mi familia, un viaje de 2 y media horas o más, y me he sentido confiada y segura de mi misma, pero… nunca había manejado autos ajenos, no había manejado autos automáticos y mucho menos en EEUU, así que en el momento en que supe que entre mis actividades diarias se incluía tomar el auto de mi hermana, llevar a las niñas a la escuela, pasar por ellas, llevarlas a sus clases de baile, ir al super y por qué no pasearme un poco, mi miedo a manejar se hizo presente, pero también mi voz interior diciéndome que yo podría hacerlo, así que me empecé a preparar mental y emocionalmente, comencé a analizar cómo me sentía manejando mi auto y cuáles eran mis limitaciones. Para el momento en que llegué a EEUU ya estaba lista para hacerlo y día con día voy mejorando mi confianza al ir conociendo el camino.
Estaba acostumbrada a que cuando visito a mi hermana siempre hay un ¨adulto responsable¨ que me pasea, atiende y cuida de mí y mis sobrinas. Como nota, yo soy menor que mi hermana por varios años, ella es quien me cuidaba cuando era pequeña y de alguna manera esa sensación de cobijo sigue presente; pero ahora tengo que sacar al adulto que hay en mí y ser yo la responsable.
Antes de que mi hermana se fuera de viaje celebramos el cumpleaños de una de mis sobrinas y como parte de su fiesta fuimos a patinar (con patines de 4 ruedas en una pista especial), cuando yo era pequeña tenía mis patines y me encantaba pasar las tardes en el parque en ellos, sin embargo hace muchos años que no me subía a unos y mi equilibrio en general no es el mejor, aun sin patines puestos, así que inmediatamente después de habérmelos puesto y ponerme de pie me caí de golpe, mi mente empezó a trabajar y a pensar que quizá lo más conveniente fuera que me quitara los patines y renunciara a la idea de patinar, ¿para qué seguir intentándolo?, aaaah pero también de manera inmediata pensé en que debía darme una oportunidad y confiar en que sí podría hacerlo y divertirme en el proceso.
A continuación te contaré algunas de las cosas que pude observar mientras patinaba con el grupo de niñas con las que fuimos.
Mi hermana le preguntó a las mamás de las niñas y a las niñas, si las niñas sabían patinar. Todas dijeron que sí, pero en realidad no sabían y algunas nunca lo habían siquiera intentado. ¿Por qué mintieron al respecto?.
Pese a que la mayoría no sabíamos patinar todas lo intentamos, y eso me encantó, ver cómo todas estábamos dispuestas a lograrlo, a no rendirnos y seguir adelante.
Muchas nos caímos varias veces, pero nos levantábamos con una sonrisa y seguíamos intentándolo. Incluso algunas manifestaron en voz alta que ¨no importaba que se cayeran, ellas seguirían intentándolo¨.
Las niñas que sí sabían patinar y aquellas que lo iban haciendo mejor, se detenían de vez en cuando a ayudar a las que no sabían, les daban la mano, símbolo de confianza y apoyo, las motivaban, les aplaudían sus logros y las acompañaban un rato.
Una de las niñas se puso a llorar alegando un dolor de cabeza, pidiendo a su mamá (quién se había ido media hora atrás), pidiendo se le llamara para que fuera por ella. Las niñas comenzaron a rodearla y tratar de consolarla, sentadas en el sofá de la cafetería, hasta que mi hermana les hizo ver que estaban ahí para patinar y que llegando a casa se le llamaría a su mamá para que pasara por ella.
Mis lecciones aprendidas fueron:
Cuando pienso en por qué la gente miente me viene a la mente que en realidad muchos de nosotros lo hemos hecho cuando nos preguntan si sabemos hacer algo o si hemos hecho algo, a veces por pena, a veces por querer ganar un reconocimiento… pero yo diría que principalmente es por miedo, miedo a sentir que somos menos que los otros y a que nos rechacen por ello, sin detenernos a pensar que quizá la otra persona sea experta en algo que yo desconozco pero desconozca algo en lo que yo soy experta (o). En esta ocasión, como en tantas otras, se pudo haber previsto que las niñas no sabían patinar y entonces contratar un instructor o pedirle a los papás que se quedaran para ayudar a sus hijas, no se tenía que cancelar el plan sólo se debía adaptar.
El saber que todas estábamos dispuestas a intentarlo fue muy gratificante, notar que al no ver nadie que nos dijera que no podíamos no nos detuvimos a pensarlo y lo hicimos. A veces nos toparemos con personas que nos digan que esto o aquello es imposible, pero nosotros debemos hacer oídos sordos a esos comentarios y sólo escuchar las palabras de aliento y de apoyo.
En la vida nos vamos a caer una y otra vez, a veces de golpe y otras sólo será un resbalón, sin embargo hay que levantarnos y seguir intentándolo, pero antes de continuar el camino es bueno tomar un tiempo para nosotros, pensar en lo que pudo haber fallado, aprender de la caída, sobarnos y apapacharnos para que se pase el dolor, respirar profundamente y decirnos ¨esta vez lo haré mejor que la anterior, porque he aprendido que…¨
En mi mente tenía la idea de que ¨siempre hay que detenernos a ayudar¨ pero hoy tacho ese siempre y reestructura la frase a ¨en la vida es bueno detenernos a ayudar¨, enfatizando en que esto puede ser de vez en cuando y jamás anteponiendo las necesidades de otros a las nuestras. Por ejemplo, yo estaba aprendiendo a patinar y reconozco que necesito enfocarme en lo que hago, poniendo atención en el camino, y me pasó que por querer ayudar a las niñas, cuidarlas o evitarles una caída yo terminaba en el suelo con golpes fuertes. Así que esta lección la puedo explicar como: ¨Hay que detenerse a ayudar a aquellos que lo necesiten, en medida de nuestras posibilidades y sin olvidarnos de disfrutar nuestro propio camino.¨ Terrible hubiera sido que las niñas que sí sabían patinar se vieran obligadas a cuidar a aquellas que no, pero como lo hicieron con gusto y cuando ellas tomaban la decisión de hacerlo todas lo disfrutaron.
Siempre nos va a tocar una persona que no esté contenta con las cosas, que desee llamar la atención y quiera que las miradas se volteen hacia su dirección. Nuestra labor es aprender que estas personas no deben arruinarnos o afectarnos el momento/situación, hay que restarles importancia, atenderlos si es que nos corresponde hacerlo en su debido momento, y no dejando de hacer nuestras cosas por ellos. Quizá suene un poco duro, pero no tenemos que hacernos responsables de otros ni darles una atención desmedida sino corresponde, como en este caso, la niña quería llamar la atención, no sabía patinar, no quiso intentarlo, se sintió sola sin su mamá y se puedo a llorar; y no era justo para las otras niñas que dejaran de patinar sólo para estar a su lado.
Como puedes ver este ha sido un viaje de mucho aprendizaje, el cual quise compartirlo contigo, porque sé que todo lo que he aprendido puede aplicarse en muchos otros temas, no sólo manejando o patinando.
Gracias por leerme, te mando un abrazo angelical y mucha luz en tu camino.
Kommentare